3 jun 2011




ANÁLISIS SOCIAL DEL ANGOL ANTIGUO:
AUTORIDAD OPRESIVA Y CONSECUENCIA POPULAR; DEL DISCURSO SENSATO A LA REALIDAD DESENFRENADA

PARTE I
LA VOZ DE LA ARISTOCRACIA.

La presencia mestiza en el proceso de ocupación de la Araucanía significó el traslado de la autoridad, autores como José Bengoa plantean que el poder que ostenta la clase alta se origino en la hacienda colonial. Su visión es que los terratenientes “se preocuparon más de defender, mantener y exigir el control de la población rural, que de proponer políticas de fomento agropecuario. El control de una ‘clientela cautiva’ fue la base su poder social.”[1] Este poder alcanza por época borbónica un roce más notorio con los populares, Leonardo León[2] plantea que el poder ejercido por la corona mediante las reformas borbónicas, y junto a la Iglesia, representarían una “racionalidad estatal”, visible a través de medidas y reglamentos, tales como el desarme de las armas blancas que portan los mestizos en el siglo XVII; y por otra parte la “sensualidad y solidaridad popular”, evidenciada en la respuesta de estos sujetos, que vivían de forma pasional y desordenada. Esta respuesta seria una forma que raya en el desacato a la autoridad mediante su cotidianidad popular.
De acuerdo con estos conceptos, pensamos que esta tradición autoritaria va a ser trasladada a la Frontera con los nuevos matices históricos del siglo XIX, que historiadores como Gabriel Salazar definen como la relación de clases directamente como una lucha que se dio a partir de “una mecánica interior de alineación... una corriente de fuerza unidireccional que, dirigida desde un sector social, oprime otros sectores sociales al extremo de producir la encarnación viva de anti – valores humanos.[3] Esta postura, más asimilable a la realidad Santiaguina a partir del último tercio de ese siglo, nos da cuenta del pensamiento de la clase dirigente de la época. Veamos en que grado se cumplen estos conceptos cuando se sumergen en las condiciones fronterizas de la Araucanía.
Si se analizan los actos, manifestaciones, y más aun los discursos de la aristocracia y las autoridades de la ciudad, se aprecia en ellos un marcado predominio del deseo de progreso. La prensa anunciaba que “En la portada exterior del recinto [militar] de Angol, se había colocado un hermoso arco triunfal en el cual se leían estas palabras­: Al señor Tocornal ministro del interior, el batallón 7° de línea. En sus costados se leían estas otras: Ciencias, Progreso, Libertad y Unión.”[4]
Tal como se observa desde sus inicios la clase dirigente recién llegada a poblar la Araucanía quería hacer de la ciudad una encarnación de los ideales imperantes en la época. El establecimiento de la civilización en un área indómita hacía que estos sentimientos progresistas afloraran con un ímpetu nuevo, aquí se podía partir de cero, construyendo en lo posible una sociedad idealizada. Impulsados, además, por la lucha contra el bárbaro, para la naciente aristocracia angolina la civilización representaba el progreso. Posteriormente con la llegada del ferrocarril y el telégrafo se cimentará aun más esta idea, a la par con las nuevas tecnologías que pronto invadirán los campos son la manifestación del avance en su máxima expresión. Esta noción se arraigara durante todo el periodo de estudio, como se subraya en la proclama de la Sociedad Agrícola de la Frontera “Las provincias que fueron antigua Frontera como hace tan pocos años que entraron a la civilización... i no queremos quedarnos rezagados en la marcha hacia las conquistas del progreso... “[5] Lo más destacable a partir de este prisma progresista, será la idealización de las clases proletarias, que en la Frontera adquiere la fisonomía de un mundo afuerino, pero mestizo al fin y al cabo.
Esta idealización contrasta con la realidad popular, los sujetos populares iban en contra de los nuevos principios progresistas que intentaba imponer la autoridad, “¿Por qué hai pobreza en Arauco?”, se cuestionaba “El Meteoro” hacia 1866, hai pobreza porque la holgazanería ha echado hondas raíces, porque los ladrones atentan diariamente contra la propiedad, porque nos faltan instituciones salvadoras, porque el egoísmo nos devora y porque nadie piensa en los demás sino para reprimirlos o acabarlos de rematar”[6]
En otro articulo leemos algo similar, El paisano que vive en la Araucanía es más salvaje todavía; este vive connaturalizado con las costumbres de sus moradores, no consiente autoridad ni lei, no tiene hábitos de orden ni residencia fija. Ambulante, siempre se enrola en los malones de los araucanos perezoso con ellos, deja pasar el tiempo sin trabajar, fatalista, no se confía en la providencia para ganar su sustento, sino en la casualidad. Estos tipos bárbaros elementos peligrosos se compactan ahora con esa chusma de soldados, que reclutados al acaso y cansados de la vida de los cuarteles se desvían de sus cuerpos o se les arroja a la calle, porque ya no se les puede sufrir más. ¿Qué pueden hacer sin porvenir, sin familia, sin industria ni hogar desnaturalizados por las costumbres y las miserias?”[7] La alusión pareciera reflejar con propiedad el pensamiento de los terratenientes de la Frontera, que buscaban hacer de estos sujetos un aporte para su propio enriquecimiento. Los mestizos eran una traba para el modelo de producción, más aun si el ciclo triguero estaba por esta época en decadencia, el pueblo representaba para ellos una masa de indefinidos, inconscientes e inmorales a los cuales había de un modo u otro encausar para lograr el ansiado progreso.
Las condiciones de miseria de los sujetos populares era un tema de desasosiego y razonamiento entre la clase dirigente; parece ser que había una conciencia de que el progreso no se alcanzaría sin lograr un cambio en los mestizos. “Trabajemos” titulaba una crónica del “El Eco del Sur” planteando que: “Digno de lamentar es que la conducta observada por los hombres de juicio sano y recto de Angol, no sea imitada por la clase obrera... sino que se dejan guiar por hombres perversos que no irán por su bienestar, sino que la hacen servir de instrumento vil... Mientras la clase obrera sea lo que es hoi, un ato de hombres sin conciencia de su propio valor y decoro iremos atrás. Los artesanos como hai muchos... llevan una vida ociosa i libertina, son la rémora que se apega al casco de la nave i se oponen i detienen su marcha[8]
Los artículos de la prensa fronteriza no dejan lugar a dudas; respecto de lo anterior señalaba el periódico “El Angolino”, “¿Qué rol desempeña entre nosotros el obrero chileno? El más triste, por desgracia, a causa de sus malos hábitos. Porque el artesano salvo raras escepciones no trabaja nunca desde el día lunes, sino desde el martes miércoles o jueves; y el día sábado cuando recibe el salario de los días que ha trabajado, lejos de irse a su casa se dirije a la taberna o al despacho a beber hasta embriagarse, y continua el día domingo. El día lunes sale de su casa para componer el cuerpo y se mete al primer despacho que encuentra... Si al contrario descansara solamente el día domingo como es la lei y trabajara todos los días... Es ya tiempo que el obrero chileno racione un poco y acabe de comprender que jamás saldrá de la miseria si no se consagra al trabajo con la asiduidad y constancia que lo hace el obrero estranjero.”[9] La opinión parece ser unánime en que estos tipos, en que estos “otros” tenían poca actitud para el trabajo, no pensaban, no razonaban, es más: “La clase pobre poco se cuida del porvenir... Hai en nuestras provincias del sur una lepra social arraigada, inestingible, cual es la holgazanería i la embriaguez de la clase proletaria. De aquí nace la prostitución i el abigeato sean en la Frontera un vicio crónico, no ocupando los demás delitos sino un grado más inferior...”[10]
La conciencia dirigente hacía un abierto reclamo a estos tipos sin oficio, que vivían grandes periodos sumidos en la inacción, y que van a traer consigo una abundancia de vicios, siendo el más criticado por la autoridad, el alcoholismo, según nos dice un periódico local, “... el barrio de Villa Alegre, en donde por lo común son frecuentes los desordenes a causa de la borrachez de algunos individuos que tienen pasión por este feo i vergonzoso vicio. Creemos que el uso inmoderado de las bebidas alcohólicas se podría en algo evitar, si no se tolerara en los despachos que grupos de personas se instalarán a beber. La vanidad, defecto que se halla en el mismo desvorde de los vicios, se ha entretenido en crear locuciones particulares para designar la intemperancia en las diferentes clases de la sociedad; así los jornaleros hacen bromas, echan una cana al aire... Entre las numerosas causas de la borrachez, las más frecuentes son, sin disputa, la falta de instrucción, las profesiones duras i fatigosas i el ejemplo. Así que por eso vemos a dominar jeneralmente este vicio en la clase jornalera, celebrando el san lunes en sesiones secretas, que por lo regular son permanentes i continúan hasta el martes o miércoles, destemplanza... que perjudica la agricultura. I ya el ejemplo como decíamos... va cundiendo de tal manera, que vemos con frecuencia pelotones de soldados con uniforme entrar a los despachos i entretenerse largo rato en libar algunos litros de mosto.”[11] La conducta popular como se puede ver era criticada por la autoridad, y se vuelve a reiterar la idea de un perjuicio ya fuese a la industria o hacia la agricultura, es decir, la imagen de progreso parecía verse amenazada con la contagiosa conducta de los mestizos.
De hecho en esta conciencia de la autoridad, esta objeción hacia la holgazanería, esa “lepra social” reconocida como la matriz que engendraba el alcoholismo con todas las consecuencias descritas, va a ser la que posibilite el surgimiento de la noción de moralidad desde las clases rectoras. Si se analiza el pensamiento ilustrado, la inmoralidad siempre se asocia al ocio; ser deshonesto es desperdiciar el tiempo en actividades improductivas. Una de ellas era el juego, ampliamente denostada, “la clase indigna de los jugadores...” comentaba “El Colono”, “ha sido la que ha dado al mundo los más terribles bandidos. Penetrad a una cárcel i preguntadles a todos si conocen el libro de cuarenta fojas, como ellos llaman al naipe, i recibiréis contestación afirmativa. Visitad todas las faenas de trabajo, en todas las clases de industrias i veréis los domingos distintos tipos de individuos, jugando el salario de la semana, sin acordarse de sus hijos, sino pendiente del naipe...”[12]
Otra actividad que tendía a alejar a los mestizos de las labores productivas era el comercio sexual, las “casas de tolerancia”, clandestinas o no, hacían más libertina la vida de peones y artesanos. Tal como atestigua un parte policial:”Se ha dado orden de conducir a la cárcel de esta ciudad a Raimunda Moncada, Soledad Parra i Juana Rifo mujeres de pésima conducta i que continuamente ofenden el pudor i las buenas costumbres con hechos i dichos de gran escándalo. Casi no pasa día en que las nombradas i otras compañeras de aquellas no estén ebrias llamando la atención i escandalizando a los transeúntes. La pieza en que viven la han convertido en un vergonzoso lufranar. Soldados de los diversos cuerpos que existen en esta población [e individuos del pueblo] se reúnen diariamente en dicha casa i contribuyen a aumentar el escándalo... que en adelante no se repitan los hechos como los que ha presenciado hoy a las dos de la tarde el vecindario.”[13]
Traspasando este discurso, se busca generar un cambio de las conductas indignas a través de una alocución moral que implicaba una repulsión a ese tipo de vida. Al respecto nos dice una nota del “El Colono”: “Desordenes.- En la administración de correos se forman todos los días en la tarde a la llegada i entrega de la correspondencia... son orijinados por los sirvientes que se envían por la correspondencia, jente soez i descomedida, i por alguna jente del pueblo. Bueno seria que el comandante de policía enviase todos los días a la hora indicada un policial a contener el desorden; a hacer que los que van a esa oficina guarden moderación; el respeto que se deben las personas cultas entre sí[14]
Se advierte una tendencia al rechazo de la gente del pueblo, esa gente desmedida que se buscaba cambiar o por lo menos prefería evitar, por la prensa sabemos que”mucho disgusto causo la conducta indígena i despreciable que observó el miércoles una tropa de beodos que se agrupo a oír el veredicto del jurado. Por fortuna había poca jente de modo que no se hizo mui publica esa conducta peonina i poco digna de naciones civilizadas”[15] Sobresale la comparación de los sujetos con el indígena y con las “conductas peoninas”. Si para la autoridad el indio y el peón constituían lo más bajo, el mundo campestre se estimaba inferior al urbano. La ciudad representaba con sus símbolos al progreso, de ahí que los mestizos habituados a la ruralidad, significaran a los ojos de los círculos de poder urbanos, un retroceso con sus tendencias hacia la flojera y a conductas inmorales.
La productividad será entonces símbolo y sinónimo de una moralidad que era deseada, por la autoridad patronal en los fundos, o gubernativa en la ciudad. Esto se observa rotundamente cuando apoyaban los escasos eventos de la clase popular, acerca de la creación de la Sociedad de Socorro Mutuos, se comentaba: “Instituciones de estas clases honran tanto a las clases trabajadoras como a los pueblos donde se organizan; pues ellas significan ilustración, moralidad i espíritu de protección en los miembros de una comunidad. Ellas inducen al ahorro i a la sociabilidad que es lo que en particular necesitan nuestros obreros...”[16] Similares comentarios recibía la Sociedad de Artesanos, “Tiempo era ya que el obrero de Angol pensara en tan bello ideal y salieran e la inercia en la que se encontraban.”[17] A pesar de todo, estas asociaciones no representaban los intereses genuinos de la clase popular, pues sus directorios se constituían en su mayoría por la clase política. Lo significativo aquí es la reiteración del discurso moral que quería imponer de grado o por la fuerza, los grupos de la élite. Es una lucha entre la conciencia productiva que ambicionaba lograr la aristocracia, versus la inconsciencia perezosa del pueblo.

PARTE II
MAYORDOMOS Y POLICIAS; LOS INSTRUMENTOS PARA EL CAMBIO.

Hemos visto la conmoción de la autoridad ante la holgazanería, siguiendo su lógica el ocio va a ser la madre de todos los desenfrenos que traía aparejado el consumo del alcohol, la tendencia al desorden, al juego, a la prostitución y al delito. Seria atribuirnos una realidad inexistente, afirmar que la autoridad estuvo excesivamente preocupada por lograr un cambio en los tipos mestizos. Si podemos afirmar que sus esfuerzos se centraron en crear individuos más trabajadores y productivos, no arquetipos perfectos e ideales.

La búsqueda de mecanismos de control de las tendencias transgresoras de los mestizos lleva a la cercanía de la autoridad con sujetos populares que representaban la facción más positiva del bajo pueblo: Inquilinos y policías.

Ahora bien, ¿Por qué la facción más positiva?, En primer lugar porque los inquilinos en todas sus categorías y con mayor razón capataces o mayordomos de fundo o de faenas urbanas, eran habitualmente hombres con residencia fija, en oposición a la trashumancia típica de peones, gañanes y obreros. La residencia fija los hacía contar con la confianza del patrón de quien recibían por lo general el derecho en usufructo de pequeños lotes de tierra donde podían sembrar o tener sus propios animales, y talajes; además, el derecho a una vivienda. En segundo lugar el matrimonio representaba algo positivo, ya que supuestamente aumentaba la productividad de esos sujetos; era algo deseado por la aristocracia local como lo prueban innumerables avisos y publicidad, tal como leemos en “El Colono”: “Un mayordomo se necesita con buenas recomendaciones i familia, bastante competente en los trabajos de campo i cría de animales.”18

Por lo general los inquilinos debían obediencia a su patrón, tal como nos afirma la prensa de Concepción, “La Tarántula” en relación a Angol, señala que: “El huaso lleva en la Frontera... una educación agreste, no es ciudadano, es inquilino, sirve a su patrón, al subdelegado, al comandante de milicias, que lo ocupan oficialmente en sus trabajos particulares, en servir de correos, en aprender el manejo de la lanza.”19 Esta pequeña descripción presenta a los inquilinos como tipos sumisos y obedientes. Se hallará en esta obediencia, en la fe en el patrón, precisamente el medio para que sean los mayordomos utilizados como instrumentos que supriman las conductas típicas de los mestizos.

En cuanto a los policías estos representaban la ley, cuestión que se hacía necesaria desde los inicios de la vida urbana en el valle de Angol; “Verdad es que se hace sentir senciblemente la ocupación de algunos individuos que con el carácter de policiales velen por la tranquilidad de este pueblo i seguridad de sus vecinos.”20, comentaba el primer subdelegado de la ciudad. La policía representaba un anhelo más profundo de la aristocracia, cual era la necesidad de velar por el orden público, tal y como recuerda el periodioco "El Aracucano" en 1891 “... no debe olvidarse que una de las condiciones indispensables para la conservación de la sociedad i de la vida de las naciones es el orden publico. Donde falta el orden no puede haber paz, seguridad personal, ni estabilidad en la posesión de las cosas, sino que la vida, los bienes i la honra de los ciudadanos están a merced de los hombres díscolos i revoltosos.”21 Este comentario periodístico no hace sino, que reflejar una realidad que se asentó durante las primeras tres décadas de vida angolina, ya que los aristócratas en carne propia habían sido objeto de la falta de seguridad, como reza en la prensa en 1883: “El domingo en la noche, a las 7 i media, el señor Onofre Bunster, se dirigía de la población alta de la ciudad para Villa Alegre lugar de su residencia, cuando al atravesar el puente que hai sobre el Reihue, fue asaltado repentinamente por varios facinerosos que trataban de arrojarlo puente abajo al rió. Por felicidad, el señor Bunster, en un lance, pudo hacer i hacer uso de un pito...”22 Asimismo, la policía en sus comienzos fronterizos era costeada mediante contribuciones por los vecinos, de tal manera que tuvo que afrontar una constante presión para lograr someter al mundo mestizo.

Sin embargo, las cualidades positivas que la clase dirigente deseaba potenciar en mayordomos y policías, se verían afectadas por dos principales razones; en primer lugar la cercanía cultural con sus subordinados; y en segundo término la violencia que descargaban en contra de peones, gañanes y artesanos.

Amistad y violencia en las Haciendas.

La lejanía entre los sujetos populares separados por condiciones laborales distintas como era el caso de mayordomos e inquilinos, y su contraparte: peones, gañanes y obreros no era tan marcada en su cotidianeidad.

Las fuentes judiciales nos entregan numerosos detalles de este tipo de relaciones, en un juicio por heridas, leemos: “Acabado de llegar a la fonda de Ruperto Roa cuando surgió una riña entre dos individuos que no conocía i que estando los contendores mui cerca del pareciente, él se retiro hacia un lado para impedir que lo involucraran en la riña i que casi inmediatamente después oyó decir a uno de los que reñían que su contendor lo había herido con cuchillo. Al acto se cerraron las puertas de la fonda i aprendieron al declarante por que se creyó conocía al autor de la herida.”23

El consignado relato de Juan Espinoza Mardones, de cuarenta años de edad, mayordomo de fundo, casado, natural de Chillan, nos transmite varias luces respecto de la cercanía de inquilinos y peones. Pero ¿Qué hacía un mayordomo frecuentando bares y chinganas? En primer lugar Espinoza concurría asiduamente a estos lugares a divertirse, a beber licor y oír cantar, podía ir acompañado de demás mayordomos o inquilinos; como apreciamos fue relacionado con un grupo de peones, lo que nos sugiere que a primera vista no eran tan diferentes. Otra explicación puede ser que la similitud entre estos individuos podía estar dada por la posibilidad de un origen común, el inquilino primero había sido peón. De tal forma que si el comportamiento de los mayordomos no variaba radicalmente respecto de sus subordinados, era presumiblemente por una cuestión de costumbre más que de solidaridad.

La cercanía entre los peones y mayordomos se establecía también, mediante la relación laboral que se tejió entre ambos, como ya hemos establecido para el caso de los enganches. Los mayordomos actuaban como administradores o contratistas cuya función era reclutar y tener a su cargo cuadrillas de soldados para las milicias, peones para las cosechas u obreros para las faenas, y que mejor forma de hacerlo utilizando formas de sociabilidad comunes otorgadas por la farra y la fiesta.

En muchos casos se encadenaban relaciones de amistad, como relata el peón Lisardo Pavez, en un juicio por homicidio: “El martes veinte del actual salí de esta ciudad donde resido como a las siete de la noche acompañado de Olegario Zapata mayordomo de don José Antonio Lagos llegado a Huequen fui a la casa de don Nicolás Rosales con el fin de proponerle que me mandara bueyes para transportar leña.”24 Por lo general estas visitas iban acompañadas de licor, un ingrediente esencial para entablar las relaciones entre los populares. Sin embargo, vemos en esta similitud y proximidad, el fracaso de la instrumentalización de los mayordomos, ya que podían comenzar a adquirir conductas reprochables moralmente.

En este sentido va precisamente la crónica de “El Eco del Sur” de 1883:“En Huequen se ve diariamente una banda de ociosos, conocidos de cuantos pasan por ahí, ocupados solo en beber e invitando a ello a cuanto ser humano pasa i sus soñolientos ojos alcanzan a divisar. De aquí proviene que los hacendados no puedan despachar con seguridad y confianza a sus sirvientes; pues estos accediendo al llamado de sus antiguos amigos, conocidos o camaradas aceptan sus saludos i luego una copa de licor, tras la primera viene la segunda i el ocioso conociendo que ha encontrado una mina que explotar... He aquí un hombre perdido; he aquí otro compañero más que va a aumentar el número de los ociosos jilgueros...”25 El temor de los aristócratas terratenientes comenzaba a hacerse realidad, ya que si bien el mayordomo era un hombre de confianza del patrón no tenían una intimidad con él; en cambio existía una cotidianeidad con sus subordinados, esa proximidad según creemos será la que tarde o temprano lo terminará por contagiar de los ya conocidos hábitos mestizos.

El otro aspecto que podemos estimar atentó contra la moralidad de los mayordomos fue la violencia que usaban en contra del peón u obrero, haciendo uso del frágil limite que les daba la condición de ser hombres de confianza del patrón. Se hacen frecuentes las riñas entre mayordomos y peones, tal como consta uno de los tantos expedientes revisados por pendencia: “El lunes trece del actual como a las cinco de la tarde estando en mi terreno en que trabajo en las inmediaciones del tramo de Villa Alegre vi llegar al mismo puente a un mayordomo de José Bunster Ovalle llamado Juan de Dios Sandoval en demanda de un caballo que un muchacho habría detenido por haber causado perjuicios en un trigo perteneciente a Miguel Cid... exijió injuriosamente a nombre de su patrón la entrega del caballo i como le fuera negado se dispuso a tomarlo por la fuerza entonces yo intervine... Sandoval saco un laque i me descargo un fuerte golpe en el hombro derecho, al haver acometido de esta manera descargue a Sandoval algunas riendadas pero casi inmediatamente me vi acometido por otros peones de los valles, entre los cuales Belisario Gallardo que se haya preso me descargo varias trompadas echado[ndome] a tierra sin conocimiento.”26 Como distinguimos, los mayordomos gozaban de cierto poder dentro de su circulo y lo usan ya para fines particulares o para hacer cumplir las tareas de cosechas o faenas. Pareciera haber una contradicción en el actuar de los mayordomos, o de un doble estándar al ser amigos y enemigos de sus pares más desposeídos, no obstante, esta contradicción en la Frontera será pan de cada día, la invitada de honor en la cotidianeidad de la Araucanía.

Este doble estándar de amistad y abuso de los mayordomos, continua a través de este proceso histórico, como en este caso relata un peón en el año 1900: “Ayer como a las once estaba yo trabajando en el fundo de don Antonio Muñoz i eran como las once o doce del día i no se nos había dado de comer. Por tal motivo yo i otro trabajador cuyo nombre es Juan de Dios reclamamos. Nos dijo [el mayordomo] que así como éramos buenos para beber debíamos ser también buenos para soportar el hambre. Esto decía porque el mismo nos había estado vendiendo aguardiente i nos habíamos embriagado.”27 Aquí se hace patente el continuo conflicto moral y amoral de los mayordomos, que terminaba por rebajarlos al nivel de sus subordinados.

Debido al bandalaje que asolaba los campos, muchos de estos mayordomos eran ungidos por la autoridad como inspectores, una suerte de alguaciles que tenían la facultad para apresar a sujetos sorprendidos por delitos flagrantes tales como salteos y abigeatos. Sin embargo, en muchos casos tal condición de inspector era una ficción o bien se aprovechaba ese poder, cuenta de ello nos da a conocer el Comandante de la Policía Rural Hernán Trizano en 1887: “Que he oído decir que Neira es inspector del lugar aunque no le consta la efectividad de los abusos cometidos en el desempeño de sus funciones... vecinos respetables le han informado que Neira imponía con frecuencia multas por cualquier motivo o castigaba a los pobres obligándolos a trabajar a beneficio suyo.”28

En otro caso, esta vez contra el mayordomo Miguel Arriagada, su victima nos relata, “Después de esto me llevo teniéndome preso en un cepo de los dos pies dos días y una noche sin considerar en el triste estado que me había dejado con sus estropeos de obra. El señor Arriagada aprovechando la fuerza que ejerce como mayordomo de don Alberto Moler patrón del fundo citado hizo un amago de incendiar mi casa...“29 Arriagada que fue condenado a 61 días de prisión por detención arbitraria era comentado por el Juez Mackay en los siguientes términos:“... tratando de justificar el procedimiento alegando en su favor el carácter de inspector que investía, sin embargo, tal circunstancia no ha sido acreditada.”30 En este caso la violencia no fue ejercida hacía un peón, sino contra un inquilino del fundo lo que nos prueba que nadie estaba a salvo del actuar de los mayordomos.

La intimidación desplegada por los mayordomos no solo surge por propia iniciativa, sino que es igualmente impulsada por los patrones en tanto sus medidas no retrasaran las labores del fundo o faena. Al respecto se puede sostener que en estas manifestaciones se revela con más fuerza la crisis entre el discurso dirigente, el deber ser que propugnaba la clase política y la respuesta negativa de parte de los sujetos populares, o sea, la realidad tal cual es.

Si el discurso no se cumplía mediante un hostigamiento pacifico, o mediante la vigilancia continua de capataces y mayordomos, se aplicaban medidas de coerción. En ese sentido encontramos el siguiente relato de un peón de fundo el año 1900:“Anoche en el campo fui azotado i colgado de los brazos por don Domingo Meza. Me dieron como catorce o quince azotes, aunque no podría indicar el numero i yo me declare culpable de delitos que ni siquiera he pensado cometer. A mi se me nombraban las personas que yo debía culpar o se me decía de que forma debía afirmar los hechos. Es cierto que el juzgado nada ha hecho, pero vi que estaba en esta ciudad don Luis Bunster i que este le había dicho que si no decía la verdad lo pedía nuevamente i se lo llevaba al fundo donde nuevamente lo castigaría. Don Luis Bunster le ofreció un cambio de declaración como se le había indicado sacarlo inmediatamente de la cárcel.”31

En el mismo sumario otro peón nos refiere, “ Como seria imposible relatar a Uds. todos los tormentos sufridos, baste decir que he sido colgado de los brazos i aun tengo las demostraciones a pesar de haberse puesto las ligaduras sobre una manta. Después se me echo al río, uno que pasa cerca de las casas de don Luis Bunster que era donde se me tenía. Al río se me mojaba con las manos atadas de manera que me sacaban cuando yo principiaba a ahogarme. A pesar de todos los tormentos yo nada he confesado pues no soy culpable de delito alguno.”32 Sin duda la inusitada violencia refleja la dura realidad que tenían que enfrentar estos sujetos, ya sea por sus conductas desenfrenadas o por asumir con las culpas. La violencia era encarnizada, al respecto veamos que nos dice el examen médico legal del mismo sumario: “Pioquinto Martínez tiene en ambas nalgas sobre todo en la izquierda aquinosis dolorosus resultantes de traumatismos recibidos en esa región; en la parte inferior del antebrazo tiene también una pequeña excoriación en la piel... El reo Pilar Cuevas tiene una cicatriz lineal en la parte media de la cara anterior del antebrazo derecho y otras de igual naturaleza en lado externo del antebrazo en el nico poplíteo derecho, cadera izquierda y parte inferior de la espalda.”33 Los abusos a los que eran sometidos los mestizos parecen dar cuenta que más encarnizadamente la tradición colonial rural se había trasladado hacia la Araucanía, por lo demás las victimas eran sujetos sin educación ni recursos, tanto así que el Juez Cortes reflexionaba conmovido “Que aunque en el juzgado ha prestado espiritual confesión no es difícil que realmente el reo haya estado todavía temeroso de ser castigado nuevamente por ser individuo ignorante i revelar extraordinaria timidez.34

Estimamos que si los terratenientes fomentaban conductas violentas y bárbaras hacían descender con estas al principal instrumento moral que proponían para el cambio productivo en las haciendas. “... el establecimiento de una escuela agrícola en la Frontera, que se dedicara a la formación de mayordomos o capataces competentes... Es esa la única categoría de empleados que hoy se recluta entre una masa de individuos absolutamente desprovistos de toda preparación...35 La violencia fue un error que se trato de enmendar mediante la instrucción, aunque sería un rasgo inherente al mayordomo bien entrado el siglo XX. No obstante, llama poderosamente la atención, ¿por que la aristocracia apoyaba esta violencia? Las condiciones de Frontera en donde el reemplazo de la autoridad policial legitimaba estas conductas pueden ser una explicación posible. Pero sin duda que esta aristocracia por esta época fuertemente influida por costumbres francesas, sus pomposas fiestas, el gusto por el teatro y la opera, la elegancia en el vestir, entre otros aspectos se confabulaban para crear un abismo. Al lado contrario, en un mundo paralelo se tejía una tortuosa relación con el mestizo, en un cosmos ajeno, ignorado y oprimido.

La opresión urbana.

Recordemos que Angol desde su fundación y por muchos años tuvo una preponderancia militar, un régimen estricto del cual recogimos un comentario del diario “La Tarántula”:sobre el Angol de 1865 “La sociedad se puede decir que aquí esta dividida en clases, puesto que se compone de empleados, de militares y de paisanos, estando de parte de los primeros el favoritismo y las consideraciones, y de parte de los últimos la abyección. Así vemos que estos últimos son detenidos o encarcelados, a la menor queja, al menor murmullo, al menor choque, mientras que aquellos gozan de todas las inmunidades consiguientes de su estado. La igualdad es una palabra escrita en el Código Fundamental pero no tiene aplicación ninguna en la práctica, no puede tenerla desde que la autoridad comete y consiente aquellas injusticias. Siempre por lo jeneral, militares los que han gozado, sin ninguna idea de lo que es administración civil, militar es también el réjimen que le han impreso a la Frontera; es decir, un réjimen despótico, odioso, desprestijiado y el menos aparente para las circunstancias.”36

Esta critica si bien era de tinte político hacia los funcionarios fronterizos pues “La Tarántula” representaba al oficialismo, nos refleja la realidad que se vivía en la zona urbana; y que no era tan diferente a la de los fundos que rodeaban la ciudad, pero en este caso los abusos eran aplicados por los policiales. En este mismo sentido va la critica de “El Meteoro”, quien comenta la sociedad angolina de 1868, en su articulo titulado “Cosas de por acá” nos dice “... Si es un poblador urbano y desea levantar una pequeña casita ve a un labrador contrata con él la madera i (esto sucede a menudo) cuando este entra con ella al pueblo se le aparece un ingeniero, un empleado subalterno o un policial y de dice traiga U. acá esa madera, pertenece al Gobierno.- No señor si es de don Fulano, contesta el pobre.- No importa el Gobierno es preferido i hai que descargar.”37 Este régimen estricto se deriva de los esfuerzos por establecer la civilización en un área de tensión, muchas veces se atropellaban los derechos civiles. Esta costumbre gubernativa local se hizo extensiva al cuerpo policial, en un proceso opresivo que continua en gran parte del siglo XIX.

El peón José Clementino Flores, en un juicio por heridas del año 1882, nos relata que “El comandante de policía me atormento de diversas maneras para que me declarase responsable de las heridas de Clemente Cid. En una noche me hizo colgar de los brazos teniendo estos atados por la espalda i después me hizo aplicar varios azotes.”38 Parece que la tendencia de los hechos desmedidos por parte de los policías era desencadenada ante la negación de un delito, y los tormentos comunes para lograr la confesión.

Otras ocaciones la policía acometía lisa y llanamente contra la población civil, como en un juicio por vejaciones del año 1888, nos relata “Benjamín Roa vecino de esta ciudad a Us. Con todo respeto espongo que he sido victima de las más inhumanas flagelaciones que pudieran diseñarse en un pueblo civilizado como el que habitamos por el comandante de la policía urbana señor N. Echevarria i sus subordinados... Anoche como a las 11 AM encontrándome en el pueblo Villa – Alegre me valí de un señor Muñoz para que mandara dejarme a casa por la hora avanzada i temía ser despojado, en consecuencia se valió de dos policiales para que me condujesen a casa, quienes cumpliendo con el encargo ya dicho, me despojaron en todo el trayecto de una cartera con dinero (46 $) i sin valerse de pretesto conocido sino del que les inspiro la idea a los celosos guardianes del orden publico me flagelaban vil y traidoramente dándome de sablazos en el trayecto de mi salida hasta el cuartel de policía despojándome además de la cartera, de mi paleto, sombrero i bastón, toda la noche la pase encerrado en un calabozo en unión de un sin número de muchachos detenidos que allí se encontraban haciendo así experimentar los más incalificables tormentos moral i materialmente. Hoy en la mañana Us. Cuando el señor comandante le dio la gana me saco a su presencia i habiéndome hecho al que suscribe relaciones del gravísimo hecho que había sido victima por sus subalternos sin ningún antecedente me asesta de golpes hasta derrumbarme en tierra, don Vicente Echavarria, me apostrofo llamándome bruto, salvaje, perro, etc. i me dio de bofetadas, teniendo lugar cuando yo estaba preso por la policía, dejándome luego en libertad cuando me vio bañado de sangre.”39

Entre las causas de estas conductas se pueden mencionar que la policía se hallaba en el mismo nivel que sus detenidos. Inclusive sus comandantes, salvo excepciones como Hernán Trizano y Fabriciano Marín que con su ejemplo y sentido del deber moralizaron la policía en la década de 1890, la corrupción parecer ser una propensión que se mantenía precedentemente de esta fecha. Al respecto leemos los reclamos estampados por la gacetilla de “El Eco del Sur”, acerca de los policiales de la cárcel que “Durante el día se deja salir a la calle con un custodia a algún detenido con negocio de zuecas i riendas, etc, etc, los que por lo general, a su vuelta llevan licores con que matan, en unión de los reclutas i guardianes, el fastidio de sus pesadas horas de cautiverio unos, i de fatigosa i monótona vigilancia el otro.” 40

Nos comunica un periódico local que en 1888 “Los policiales cada día más siguen abusando de su puerta. Sin miramiento alguno que valga, atropellan i estropean a las personas. Se han constituido en verdaderos sátrapas. Los individuos del pueblo son conducidos al cuartel de policía a fuerza de garrotazos, trompadas i puntapiés; de modo que hiere la moralidad publica. Uno de los individuos que habría sido tomado preso por ebrio, atravesaba la población entrada las oraciones, dando desaforados gritos, anunciando que los policiales lo hacían marchar a carrascazos i bofetones; i así era la verdad. En días de fiesta no es raro tampoco encontrar ebrios a los mismos guardianes i de aquí el orijen que con frecuencia traban encarnizadas riña con los transeúntes en las calles más centrales de la población, como hemos observado varias veces”41

Aquí se advierte el reclamo de la clase política, un reclamo que no solo iba contra la clase popular, sino que se dirigía hacia los instrumentos que tenían para controlar a los mestizos. Nuestra tesis parece ser correcta en todo lo que, habida cuenta que los sujetos instrumentos para poner orden y moralizar a la clase popular se habían corrompido, se habían contagiado de su inmoralidad. De manera tal que en su afán de aleccionar a la población mestiza, sujetos como mayordomos y policías habían sido rebajados al nivel de desenfreno de sus subordinados.


PARTE III
PEONES Y ARTESANOS, SU REALIDAD DESENFRENADA.

El proceso de ocupación de la Araucanía, desarrollado a partir de las formas de poblamiento de la diversidad mestiza, ha mostrado como se ha consignado desde el discurso político ciertas características. Estas hacen referencia a lo que algunos historiadores han denominado subordinación sensual, “la práctica cotidiana de la libertad de los pobres... no había ahorro ni previsión, había derroche de la pobreza, intensidad cotidiana del presente sin futuro ni de salvación programada, ni mejoramiento material.”42 Para Bengoa esta sensualidad estaría consciente en la clase popular pero limitada a la borrachera, el despilfarro y la irresponsabilidad. El desacato a través de la fiesta, y de relaciones reciprocas y solidarias de un estilo de vida será su forma de ir en contra de los establecido. Lo significativo en estas posiciones son los medios más o menos pacíficos de la respuesta popular, específicamente para la zona central de Chile.


La fiesta o la manifestación del espíritu popular.

La Frontera se vio invadida de costumbres criollas en estos espacios vacíos, que se manifestaban en la cotidianeidad del bajo pueblo. “Casi Desgracia”, titulaba una noticia de “El Colono”: “Dos individuos en lamentable estado de ebriedad se dirijían el jueves en la tarde a la Estación del ferrocarril en un carretón tirados por dos escuálidas mulas i al dar vuelta la esquina de la plaza de Armas se les fue el cuerpo i dieron con sus vinosas humanidades en tierra... los hijos de baco quedaron mui estropeados i de llapa fueron conducidos a la policía.”43 Este episodio pintoresco nos introduce al ambiente de juerga que reinaba en las clases populares y que se han hecho patente a través del discurso aristocrático. La tendencia a la fiesta y al derroche parece estar arraigada desde mucho en estos sujetos, un articulo periodistico, nos narra: “La fiesta del Carmen fue celebrada ayer por la jente del pueblo con entusiasmo. Los aros se sucedían i como los palmoteos de manos i los topones de vasos, en medio de la mayor alegría i cordialidad; el vino se cruzaba con la cerveza, el canto con el baile i las bandejas de dulces i la sardina i el queso i las cazuelas i el fiambre, la ensalada, todo constituía la bulla, la diversión, la fiesta en medio de una inmensa pelotera de sírvase esto, tome esto otro, lléneme la copa, tóqueme otra cueca, mil gracias, salud, deme otra cerveza i ande el diablo con las ideas i antojos de los rotos... hasta la hora en que el paco de la esquina vino a notificarles por tercera vez que se prohibía el canto i tanta bulla.”44 Esta narración deja plasmada la explosión de sensualidad que rodeaba al mundo mestizo, si bien esta nota destaca una festividad extraordinaria, la fiesta y la parranda eran cosas inherentes al mestizo que concebía la vida con mucha diversión y poco trabajo. Otra manifestación de esta sensualidad que llega hasta nuestras manos a través de la prensa, son “las carreras... que se verificaron camino a Huequen interceptándolo en el espacio de tres cuadras el camino se había dividido en dos por medio de una barandilla de madera. Las personas de a caballo se contaban en centenares. Las de a pie ocupaban las orillas del camino i con mayor preferencia los alrededores de la meta, donde se habían establecido varias carpas en que se bailaba, se bebía i se espendían esos comestibles improvisados que acostumbra nuestro pueblo en sus diversiones al aire libre.”45

Los reclamos de la clase aristocrática se hacían eco en la prensa de la apoca, del “El Eco del Sur” leemos “que los empleados de esta estación han estado en crápula mas de veinticuatro horas; a contar desde el sábado hasta el lunes; que no han querido entregar los bultos depositados en bodega, i que todos ellos se convirtieron en esponjas sobre una pipa de vino!”46 Sin duda que la diversión era algo positivo siempre y cuando se efectuasen con moderación, citaba la prensa en 1892, que “Algazaras mayúsculas se forman los días domingo en algunos despachos situados en las afueras de la población. Como siempre los actores son precisamente aquellos que hacen del beber una obligación cotidiana y que son enemigos de todo vaso lleno. No será malo que la policía les haga pasar el santo a tales prójimos, prohibiendo al mismo tiempo la aglomeración de jente y la timbirimba en esos lugares.”47 Como se puede apreciar, los excesos sensuales de la clase popular fueron siempre resistidos por una aristocracia de incipiente influencia francesa que se autodenominaba culta y decente, que pretendía desviarlos de la vida ociosa y libertina, de modo tal que terminaba por rechazarlos de su orbita. Por ejemplo comentaba "El Colono" en 1887 que “es ya tiempo que se piense en trasladar a un lugar menos visible las numerosas chinganas que están establecidas entre el puente i la plaza de armas. Es una anomalía que espectáculos como estos tengan lugar en el centro del único paseo que poseemos. Cualquiera persona que nos visite por primera vez, no se formara una buena idea de nuestra población al presenciar a la entrada de ella i en la calle principal estos sitios de inmoralidad i prostitución. Que el soberano pueblo se divierta a su manera i como les plazca santo i buen i nada tiene de extraño i diríjansele a otros barrios que sean más adecuados para su entretenimiento.”48 Por lo general peones y gañanes vivían el día a día inscribiéndose en las cosechas, pero siempre pensando en la farra. En su cotidianidad típica un peón cualquiera, nos describe en una causa judicial de 1871, que “El día sábado fui arreglado de mis haberes habiendo recibido un peso setenta i cinco centavos de mi patrón don Carlos Onfray a quien le trabajo en Huequen por medio de don Alfredo Delanway que es quien nos paga todos los sábados. El domingo veinte i tres del corriente junte con Juan de La Cruz Molina, peón de la misma casa, estuve presenciando una carreras, bebí con el algunos tragos de licor habiéndose juntado también con nosotros un muchacho (Ayala) Román Ayala. Como yo andaba trayendo cinco pesos procedentes de lo que había recibido el sábado anterior i de los ahorros que antes había hecho, bebí tanto que ese día domingo después de entrado el sol i antes de que se oscureciera del todo perdí completamente el sentido de modo que desde ahí en adelante no recuerdo absolutamente lo que haya hecho. Solo el día siguiente volví en mis sentidos, hallándome durmiendo en una casa nueva del señor Onfray sin que nadie me acompañara. Inmediatamente que me levante el día lunes me vine para este pueblo... . Pase después donde una niñas Melos a quien conocía antes i después de beber algo, compre el sombrero que cargo en un peso. Continué bebiendo ese día de modo que no pude irme a Huequen volví donde las Melos...”49 Este relato de Miguel Contreras nos entrega luces acerca de conductas que constantemente eran aborrecidas por la clase alta. Contreras es bueno para hacer amigos, lo vemos bebiendo y apostando, su sentido de ahorro es de corto plazo, solo “invierte” en sus borracheras y fiestas, no tiene hábito de trabajo y olvida fácilmente sus deberes.

El club de la pelea.

Tipos pródigos como Contreras abundaban en la Araucanía, sin embargo, la intensa vida humedecida por el licor, hacía que estos encuentros terminaran en riñas y disputas, tal como leemos en un juicio poe heridas en 1878: “El jueves ultimo en la noche con ocasión de haber llegado de Mulchen Pablo Aguilera me embriague bastante en casa del sargento Rojas en compañía del citado Aguilera i de Juan Jesús González. Como a las diez salimos a andar por la población i al pasar un puente del Pochochingue un hombre i una mujer que marchaban tras nosotros nos preguntaron con tonos injuriosos quienes éramos. Por efecto de la embriaguez me tomo mal esa pregunta i conteste, el paisano aludido se avalanzo sobre mí con intención de maltratarme i trabe riña con él, la mujer que acompañaba al paisano comenzó a dar voces de auxilio por lo cual Manuel Jesús González que llevaba en la mano una botella con licor le asesto con ella un golpe i tomo la fuga.”50 La disposición a la violencia sin duda nacía de esa continua influencia alcohólica que se traslucía en esas pendencias.

Otro factor que incide en las innumerables riñas es la fragilidad de las relaciones sociales; el mestizo en su misma fiesta y sempiterno alcoholismo hacía amigos con facilidad, pero no fraguaban una amistad duradera y por lo mismo sus encuentros degeneraban en desencuentros, en un continuo devenir de reyertas y discusiones. En otro juicio por heridas de 1891, leemos la declaracion de un obrero: “En la tarde del 31 de octubre llegue en el tren expreso de Santiago a esta ciudad con el fin de trabajar en las cosechas como maquinista. Un poco más acá de la estación del ferrocarril encontré en la calle a Cornelio 2° Bizama...este andaba acompañado de otros tres individuos a quien yo no conocía, y oí que llamaba a uno Juan y a otro rucio. El primero era de regular estatura, barba negra y poca y no mui flaco, y el segundo es pequeño, gordo, rubio pero no de mui subido, barba rala. El otro a quien no nombraban es flaco, alto, lampiño, como de veintitrés años. Bisama me convido a comer a su casa la de su padre Cornelio Bisama y todos nos fuimos allí, donde comimos y bebimos hasta después de las nueve, hora en que ya bastante embriagados tuvimos una discusión con el llamado Juan que me llamo gringo... “51

Parece constatarse que en la mayoría de los casos los mismos implicados en las peleas aclaran la relación, por ejemplo declarando acerca del aludido “de quien soi intimo amigo”, “a quien solamente conocía”, o “a quien yo no conocía”. Aunque en varios sumarios negaban lazos de amistad por evitar ser culpados, estas expresiones reflejan la calidad de las relaciones, aunque no necesariamente un trato diferente en los diversos casos. Cuando el alcohol hacía sus efectos el “otro” pasaba a ser el objeto de su ira; por ejemplo, en 1895 nos relata un albañil que “Es efectivo que anoche estuve bebiendo con Cruz Rodríguez, Manuel Ortiz y Francisco Lastra en el despacho de Manuel Bermedo y cuando estábamos bastante bebidos y sin haber mediado provocación de ninguna especie, fui desafiado a pelear por Cruz Rodríguez a la calle y allí nos trabamos en lucha dándonos de bofetadas.”52 Es una constante permanente la presencia etílica para desatar comúnmente estados violentos de estos individuos. Un gañan en 1878 expresa que“El viernes en la noche me hallaba en casa de Vicente Ulloa i bebí hasta embriagarme i perder el conocimiento el que recobre solo cuando me hallaba preso en la cárcel publica. Por consiguiente no recuerdo que haya herido o reñido con alguien ni cuando fui capturado i conducido preso.”53 El licor hacía que estos sujetos se envalentonaran y bastaba cualquier mala palabra para comenzar una lid; como se manifiesta en la reacción de un tonelero quien en 1888, relata que ” Poco después como negara yo a seguirle vendiendo vino se fastidió conmigo i me llamo chancho, perro hambriento, indigno de ser casado con la mujer que tenía. Esasperado i bajo la excitación del vino así un garrote de vara i le aseste con toda fuerza tres golpes.”54 En otros casos inclusive la violencia entre medio de la farra no respetaba ni al sexo débil, así consta en la declaración de un soldado que en 1890, nos dice que “Dirigiéndonos a casa de Eulogia Torres a beber unas botellas de vino que bebimos allí mismo; Pero como demorara en pagarle la Torres dijo: que los soldados del 5° eran unos ladrones i azotados, lo que me dio mucha rabia y tomando un saco de vidrio se lo dispare a la Torres por el cuerpo.”55

Numerosos son también los conflictos provocados a partir de apuestas que ideaban para amenizar la juerga, y que de continuo terminaban en riñas entre peones. Así da cuenta uno de ello en el siguiente sumario de 1895: “... hicimos una apuesta con el trabajador del mismo fundo José Maria Muñoz, cual de los lazos que andábamos trayendo era el más resistente... amarramos a una yunta de bueyes enyugada que había los lazos i a la primera tirada se corto el mío quedando por consiguiente ganancioso Muñoz. Como estaba un poco bebido por el licor se creyó que yo me había incomodado y principio a embrabonarme dirijiéndome algunas palabras injuriosas y como no le hiciera juicio se irrito y sin mediar de mi parte se avalanzó sobre mí causándome la herida que tengo al costado abajo del pulmón izquierdo y el acto huyo i yo caí a tierra”56 La vida urbana y artesanal no escapaba de estas singulares formas de divertirse, como nos narra un peon en 1899, en ese dia “ martes treinta del presente estábamos en casa de Juan Bautista Riquelme situada en Villa Alegre de esta ciudad yo, Dionisio Contreras y tres más cuyos nombres ignoro. Pronto nos pusimos a hacer fuerzas yo y uno de los desconocidos apostando medio cántaro de vino que perdería el que fuera torcido el dedo como se dice vulgarmente yo perdí la apuesta y me negué a pagarla por cuanto creía que se me había ganado maliciosamente. Esto motivo una disputa entre todos los presentes y durante esta Dionisio Contreras me empujo con tanta violencia que casi caí. Yo entonces tome de un bolsillo un clavador de taco que usaba en mi profesión pues soi zapatero con el herí a Contreras.”57 Aquí se vuelve a reiterar la tendencia a relaciones sociales frágiles, lazos pequeños de amistad concebidos por la presencia de mosto que de continuo desembocaban en altercados.



Ladrones o rateros ¡Que siga la fiesta!


Otra consecuencia de estas fortuitas relaciones sociales estaba dada por la tendencia al delito como un aporte para la solidaridad popular, ya que implicaba la obtención de recursos para seguir la fiesta. En su relato un zapatero expresa en 1899 que“Me junte con un individuo apellidado Encalada o Zerrano el mismo que fue muerto después por la policía y nos pusimos a beber licor. Poco después llego al mismo punto otro individuo a quien Zerrano denominaba el rucio y que al parecer era antiguo amigo suyo. Este individuo se puso a beber con nosotros y al cabo de un rato nos invito a efectuar un hurto de especies que según dijo era de fácil ejecución y sin peligro.”58 Frecuentes son estas sustracciones que por lo acostumbrado no implicaban un daño mayor que el de robo de especies, estos individuos eran los llamados rateros, constantemente temerosos se valían de las tinieblas de la noche y fraguaban sus planes a la sombra del licor. En otro caso, Hernán Trizano Comandante de la Policía Urbana nos dice que “Laureano Arraigada es intimo amigo de un tal Agustín, alias el Negro que trabaja de gañan... quien le dijo que lo acompañara a dar un asalto... el citado Arraigada es individuo de pésimos antecedentes pues se ocupa en viajar en los trenes del ferro – carril con el objeto de robar a los pasajeros, además sale a los campos e invistiendo el carácter de comisionado intima a la jente logrando así alojarse en casa de estos de donde desaparece al día siguiente.”59

Estas representaciones delictuales eran invariablemente establecidas desde la sensualidad y solidaridad popular, coexistían como forma de continuar la fiesta; y se enmarcan dentro de las formas pacificas de extender ese estilo de vida. Fueron una constante en el periodo histórico, como lo consignan las publicaciones consultadas.”El Meteoro” afirmaba en 1867 que “se hallo un ladrón en el corral de don José Salazar en el centro de la población que tenía una oveja maneada i agarrada otra. Once caballos robados a don David Glen. Una yunta de bueyes a José Maria Pereira. Y otros, otros, otros, otros, otros, otros. Son hechos tan comunes que ya no vale la pena citarlos”60 El mismo periódico en su gacetilla noticiosa de 1875, nos informa en su gaceta, que “... aunque no he sido jugador en mi vida hasta la camisa que en ninguna parte hai más ladrones más astutos i más atrevidos que por acá. Aquí no escapa nada, se roba un buey con más facilidad que un ratero en Santiago... i eso que en la cárcel tenemos ciento i tantos encerrados por el que dirán. No hace un mes que a los señores Fernández Concha i Cia, le sustrajeron del recinto en que encierran los animales, dos hermosas yuntas de bueyes. También en Huequen a un tal Silva le sacan ahora tres noches una vaquilla del corral para comerla en la cosina de su propia casa.”61

Sin duda que el actuar de estos rateros o ladrones se enmarca en esa realidad desenfrenada donde tenían como costumbre seguir con los excesos, tal como lo prueban estos robos por abigeato en donde los animales eran faenados por los mismos tipos para seguir la borrachera. La prensa de 1886 nos advierte de un “Robo.- Poco después de las 12 de la noche del mismo domingo varios facinerosos rompieron el candado i penetraron a la chanchería que hai entre las calles de Boroa i Catrileo perteneciente al señor Thomás i arrearon con cuanto salchichón, arrollado, chorizo, etc. encontraron a mano, no olvidando que para que el causeo fuese completo de llevar varias botellas de cerveza i vino. Parece que estos hijos de caco tenían hambre i no eran malos cuques.”62

Los defectos más marcados en las poblaciones fronterizas, como lo consignan las criticas era la escasez policial, nos informa “El Eco del Sur” en 1884, que si bien “la tranquilizadora noticia de que habían transcurrido tres o cuatro días sin que se oyera decir de ningún robo o salteo tan frecuentes en esta población, lo que hacía suponer que esa maldita plaga de facinerosos que con tanto descaro i cinismo robaban i salteaban impunemente donde querían i a cualquiera hora de la noche... se habían dado por satisfechos con el valioso producto de los innumerables robos que con tan feliz éxito efectuaban noche a noche, sin que la policía (Q.E.P.D.) tuviera conocimiento de lo ocurrido en la noche sino al día siguiente...”.63 Del mismo tono en “El Colono” en 1885, encontramos muchas notas como esta: “... nuestra policía urbana... es tan reducida que apenas cuenta con treinta pacos; de estos tres se ocupan de carretoneros, tres que por lo regular deben considerarse enfermos o en otros quehaceres, quedan solo veinte i cuatro para el servicio incluyendo el sarjento i cabo... teniendo en cuenta que esta fuerza tiene que dividirse en tres turnos, resulta que apenas custodian a la población SIETE POLICIALES.”64

La escasez de policías se mantuvo hacia finales de la década de 1880, por esa época se quejaban los diarios que “Una nube de hijos de caco se nos ha venido encima como manga de langostas i casi no hai noche que no se oiga decir en la población que ha habido un robo. Los cuatro policiales de que se puede disponer para el cuidado de la población permanecen de pie i con un ojo abierto mientras comprenden que pueden ser vigilados por sus jefes. La mayor parte de los robos se realizan de 12 a 4 de la mañana.”65 La policía era escasa, pero, además, se habían rebajado al nivel de inmoralidad de la clase popular, por lo que los incontrolables desmanes continuarán aun cuando se asientan de manera adecuada las instituciones de control social como la policía. Esta no fue obstáculo para hombres que por lo general hacían sus andanzas bajo un estado de intemperancia.


La declaración hecha por un gañan en 1878, quien había hurtado desde una tienda una pieza de tela de Castilla, nos dice que“El sábado ultimo se embriago hasta perder el conocimiento i no se recuerda que durante la embriaguez haya cometido algún delito, sin embargo, que al volver a su estado normal se encontró en la cárcel.”66 Una vez acabado el efectivo los tipos empeñaban las prendas de vestir en las diversas agencias que había en la época, y que atesoraban este tipo de objetos. Habitual era sorprender a hombres zigzagueantes a altas horas de la noche con un saco al hombro productos de sus hurtos. Un saco cualquiera de los detenidos podía contener “tres fajas de indígena, dos pantalones, un retazo de blusa blanca, siete tarjetas de retratos, cuarenta entre piezas de ropa blanca y menudencia de genero del mismo color, una camiseta de franela, un vestón de paño, un paleto desecho, una sabana, un charlón de lana, un paleto de mujer de lana, un vestido, un pañuelo de seda gris, un pañuelo de seda chico, dos pares de medias, un atado hecho de pedazo de jenero de vestido que contiene varias menudencias, un mandil de paño, un retazo de jenero de tela de Bangui...“67 Los objetos en su gran mayoría prendas nos lleva a reflexionar y nos dan cuenta de la pobreza que reinaba en la sociedad mestiza, dejan entrever que en la época, la ropa era uno de los bienes mas apetecidos, y muchas veces, lo único que se podía robar en habitaciones carentes de los artículos modernos y tecnológicos. Además, estos hurtos dejan en claro que sus hechores solo quieren pequeños montos para continuar divirtiéndose.

La propensión al hurto para satisfacer necesidades que estimulasen el desenfreno parece ser un rasgo que permanece y se perpetua durante todo el siglo XIX en la ciudad, así nos lo confirma “El Colono” en su gacetilla de 1898, bajo el titulo de “Un Ratero Descarado.- Ayer un pillete que debe ser más sinvergüenza que habilidoso casi a la vista de varias personas sustrajo de la casa del ayudante de policía un saco con medio quintal de harina. Colocándoselo sobre los hombros se retiraba tranquilamente cuando fue sorprendido. Esplicando su acción, dice el ratero que tomo el saco por mandato de un sujeto que no conoce, el que ofreció pagarle un trago de vino si le conducía por allí cerca el bulto.”68

Las andanzas de estos sujetos de costumbre terminaban en situaciones humorísticas, de ese tono era la noticia que en 1900 nos entrega el mismo periódico, “Pasando frente al despacho acertó el policial en preguntar si allí habrían robado la olla i en el acto se constato que en realidad era así. Sin más tramites el ratero fue conducido a la policía donde confeso su delito.- ¿I porque lo hiciste?.- Por la curaera pu ‘iñor!”69

Pese a lo anterior, pensamos que en la zona de Frontera araucana estas respuestas populares derivarían desde la sensualidad y solidaridad hacia un ímpetu de violencia y criminalidad en grado creciente, de la mano con los rasgos fronterizos definidos a partir del marco teórico de este estudio. Al mismo tiempo que el discurso político dirigente, sea este rural o urbano tal como lo hemos demostrado, revelaría una tendencia a singulares manifestaciones de poder mediante la represión de esas conductas, que generarían un espiral de criminalidad.




[1] Bengoa José, “Historia Social de la Agricultura chilena”, Vol. 1 “Poder y subordinación”, Sur, Santiago, 1988.
[2] León Leonardo, “Reglamentando la vida cotidiana en Chile Colonial”, en Revista Valles, N° 4, 1998, Pág. 47 – 75
[3] Salazar Gabriel, “Labradores, peones y proletarios”, Sur, Santiago, 1988.
[4] “La Tarántula” de Concepción N° 103 del 1 de abril de 1863.
[5] “El Colono” de Angol N° 128 del 13 de septiembre de 1898.
[6] “El Meteoro” de Los Ángeles N° 13 del 24 de noviembre de 1866
[7]La Tarántula” de Concepción N° 329 del 14 de junio de 1865
[8] “El Eco del Sur” de Angol N° 59 del 5 de julio de 1883
[9] “El Angolino” de Angol N° 41 de l 4 de junio de 1892.
[10] “El Meteoro” de Los Ángeles N° 21 del 19 de enero de 1867.
[11] “El Colono” de Angol N° 16 del 4 de febrero de 1885.
[12] ” El Colono” de Angol N° 363 del 1 de septiembre de 1888.
[13] Archivo regional de la Araucanía. ARA. Causa criminal de oficio por escándalo publico N° 51 contra Raimunda Moncada, Soledad Parra, y Juana Rifo del 23 de diciembre de 1880. Fojas 1 – 3 Vol. 6
[14] “El Eco del Sur” de Angol N° 124 del 17 de junio de 1884.
[15] “El Eco del Sur” de Angol N° 55 del 22 de julio de 1883.
[16] “El Colono”de Angol N° 363 del 1 de septiembre de 1888.
[17] ”El Angolino” de Angol N° 16 del 5 de abril de 1892.
[18]“El Colono”de Angol N° 2305 del 3 de octubre de 1895.
[[19] “La Tarántula” de Concepción N° 329 del 14 de junio de 1865.
[20] Gobernación de Nacimiento. GNAC. Comunicaciones recibidas desde la subdelegación de Angol, Demofilo Fuenzalida, Vol. 24. Del 14 de agosto de 1863.
[21] “El Araucano” de Angol N° 6 del 9 de septiembre de 1891.
[22] “El Eco del Sur”de Angol N° 78 del 18 de octubre de 1883. Revisar además el Nº 194 del 25 de Febrero de 1885.
[23] ARA Causa criminal de oficio N° 29 por heridas del 20 de junio de 1882. Fojas 2 – 7 Vol. 4.
[24] ARA Causa criminal de oficio por homicidio contra Lisardo Pavez y Aniceto Contreras del 27 de marzo de 1883.
[25] “El Eco del Sur”de Angol N° 51 del 8 de julio de 1883.
[26] ARA Causa criminal del oficio N° 187 por pendencia contra Belisario Gallardo y Juan de Dios Sandoval, del 17 de noviembre de 1880. Fojas 5 Vol. 3
[27] Archivo Museo Histórico de Angol AMHA Causa criminal de oficio por lesiones contra Antonio Muñoz, del 5 de mayo de 1900. Fojas 6, Sin catalogar
[28] AMHA Causa criminal de oficio por homicidio contra José Mercedes Neira y Luprio Retamal, del 29 de diciembre de 1887. Fojas 1. Sin catalogar.
[29] AMHA Causa Criminal de oficio N° 8 por lesiones y detención arbitraria contra Miguel Arriagada, del 30 de enero de 1890. Fojas 4-5. Sin catalogar
[30] AMHA Causa Criminal de oficio N° 8 por lesiones y detención arbitraria contra Miguel Arriagada, del 30 de enero de 1890. Fojas 4-5. Sin catalogar
[31] AMHA Causa Criminal de oficio N° 180, por vejaciones contra Valentín Yánez y José Nemesio Figueroa, del 23 de marzo de 1900. Fojas 8. Sin catalogar.
[32] AMHA Causa Cit. Fojas 9. Sin catalogar.
[33] AMHA Causa Cit. Fojas 12. Sin catalogar.
[34] AMHA Causa Cit. Fojas 14. Sin catalogar.
[35] “El Colono” de Angol N° 3248 del 3 de marzo de 1900.
[36] “La Tarántula” de Concepción N° 329 del 14 de junio de 1865.
[37] “El Meteoro” de Los Ángeles N° 114 del 21 de noviembre de 1868.
[38] AMHA Causa criminal de oficio N° 35 por heridas contra Eleuterio Flores del 28 de marzo de 1882. Fojas 2-3. Sin catalogar.
[39] AMHA Causa criminal de oficio por vejaciones contra Vicente 2° Echavarria, del 28 de enero de 1888. Fojas 3-4. Sin catalogar.
[40] “El Eco del Sur” de Angol Nº 84 del 8 de Noviembre de 1883.
[41] “El Colono” de Angol N° 322 del 30 de mayo de 1888.
[42] Bengoa José, “Historia social de la agricultura chilena” Tomo I “El Poder y la subordinación”, Sur, Santiago, 1988.
[43]“El Eco del Sur” de Angol N° 260 del 11 d e octubre de 1885.
[44]“El Colono” de Angol N° 590 del 17 de julio de 1889.
[45]“El Colono” de Angol N° 2098 del 21 de febrero de 1895.

[46] “El Eco del Sur” de Angol N° 312 del 8 de mayo de 1885.

[47]“El Angolino” de Angol N° 4 del 8 de marzo de 1892.

[48]“El Colono” de Angol N° 224 del 15 de mayo de 1887.

[49]AMHA Causa criminal N° 72 por hurto con fracturas contra Miguel Contreras, del 26 de abril de 1871. Fojas 5-6. Sin catalogar.

[50]ARA Causa criminal de oficio por heridas N° 242 contra Lorenzo Lastra Saldias, Manuel Jesús González y Pablo Aguilera del 18 de mayo de 1878. Fojas 1 Vol. 2

[51]AMHA Causa criminal de oficio por heridas contra Manuel Neff y Cornelio 2° Bisama. del 11 de diciembre de 1891 Fojas 6. Sin catalogar.

[52]AMHA Causa criminal de oficio N° 144 por heridas contra Froilan Larenas del 2 de julio de 1895. Fojas 3. Sin catalogar.

[53]AJMHA Causa criminal de oficio N° 353 por heridas contra Nicanor Gómez y Bernardino Serrano del 16 de noviembre de 1878. Fojas 1-2 Vol. 2 Sin catalogar.

[54] ARA Causa criminal de oficio por heridas N° 256 contra Pedro Valdebenito del 27 de abril de 1888. Fojas 3 Vol. 7

[55]AMHA Causa criminal de oficio N° 127 por lesión contra Froilan Larenas del 17 de abril de 1890. Fojas 2 –3. Sin catalogar.

[56]AMHA Lesiones contra José Maria Muñoz del 26 de febrero de 1895 Fojas 2. Sin catalogar.

[57]AMHA Causa criminal de oficio N° 147 por lesiones, contra Gregorio Figueroa del 3 de marzo de 1899.Fojas 4. Sin catalogar.

[58]AMHA Causa criminal de oficio por hurto contra Evaristo Muñoz del 30 de diciembre de 1886. Fojas 2. Sin catalogar.

[59]AMHA Causa criminal de oficio por robo N° 1060 contra P. Santander del 2 de noviembre de 1888. Fojas 1 Sin catalogar.

[60]“El Meteoro” de Los Ángeles Nº 63 del 30 de noviembre de 1867.

[61]“El Meteoro” de Los Ángeles Nª 8 del 4 de febrero de 1875.

[62] “El Eco del Sur” de Angol N° 373 del 4 de diciembre de 1886.

[63]”El Eco del Sur” de Angol N° 179 del 23 de noviembre de 1884.

[64]“El Colono”de Angol N° 141 del 3 de marzo de 1887.

[65]“Eco del Sur”de Angol N° 240 del 19 de julio de 1885.

[66]ARA Causa criminal de oficio N° 237 por hurto contra Santiago Godoy del 6 de mayo de 1878. Fojas 3. Vol. 2.

[67]AMHA Causa criminal de oficio N° 136 por hurto contra Anselmo Torres del 28 de mayo de 1895. Fojas 18. Sin Catalogar

[68]”El Colono” de Angol N° 49 del 10 de marzo de 1898.

[69]“El Colono” de Angol N° 3247 del 1 de mayo de 1900.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

EXCELENTE EL ARTICULO, MUY BUEN USO DE LAS FUENTES. PERO NO CREO QUE SEA CORRECTO UTILIZAR EL TERMINO "MESTIZO" PARA ESTA ÉPOCA, ES MAS PROPIO PARA LOS SIGLOS XVVI, XVIII. PRA EL XIX ES MAS EXACTO EL TERMINO "BAJO PUEBLO"

ROLANDO HERRERA POBLETE
PROFESOR DE ESTADO EN HISTORIA Y GEOGRAFÍA

SERGIO MARTINEZ VIGUERAS dijo...

ROLANDO, NO HAY QUE TEMERLE A LOS CONCEPTOS. AUN EN LA ACTUALIDAD LOS CHILENOS SOMOS UNA RAZA MESTIZA, ACÁ EN LA ARAUCANIA CON MAYOR RAZÓN, SI QUIENES SON PUROS ÚNICAMENTE SON LOS MAPUCHES.
RESPECTO DEL USO ADECUADO PARA LA ÉPOCA DE ESTUDIO, PIENSO QUE CON MAYOR RAZÓN EL MESTIZAJE SE DIO O SE VOLVIÓ A DAR COMO EN SIGLOS ANTERIORES CON LA APERTURA DE LA FRONTERA.-

Anónimo dijo...

Estimado profesor, por favor cambiar el color de la fuente! :(