Entre tanto automóvil que a ratos colapsa nuestra ciudad, entre
tantos taxis “colectivos” que inundan las calles, que se caracterizan por su casi siempre buena
atención y los constantes roces entre clientes y choferes siempre es bueno
recordar lo que fue del transporte público en Angol.
Hace 100 años las cosas no eran tan distintas, en vez de
colectivos habían Carruajes, un transporte más elaborado que los burdos
carretones originarios del siglo XVI, y se caracterizaba por que podía
transportar cuatro pasajeros sentados de frente, conducido por una persona que
era llamado “chauffers”, término francés que derivó en la palabra que conocemos
en la actualidad. Existía en esa época el “Servicio de Carruajes Públicos” era
el encargado de regular las tarifas y recorridos del servicio, debido a los
constantes problemas entre usuarios y cocheros, ya que cobraban tarifas muy
elevadas.
Hacia el año 1911 existían en Angol 15 Carruajes para las 8.000
personas de la ciudad, y las tarifas se regulaban dividiendo la ciudad en dos
partes: al oriente y al poniente del Puente Rehue (actual Vergara N°1). Dentro
de cada sección la tarifa era de 20 centavos y de una sección a otra 40
centavos. Un coche a la Estación con derecho a cuatro asientos cobraba 1 peso. Si el Carruaje era arrendado
por hora se pagaba 1 peso 50 centavos. El viaje al Cementerio valía 3 pesos,
sin importar el número de pasajeros o el tiempo, y las multas en caso de cobros
indebidos llegaban a los 20 pesos. Ese año precisamente se declaró una “Huelga
de los cocheros” por diferencia en el cobro al cementerio ya que los choferes
cobraban cuatro pesos.
Del antiguo sistema de Carruajes que fue mermando a fines de la
década del 30´, alternando el servicio, hasta ser reemplazado por Taxis modelos
Ford también aparecen taxis buses, a principios
de la década del 40´. A propósito la esquina de la Plaza de calles Lautaro con
Bunster fue desde siempre el área donde se estacionaban los carruajes primero,
y los taxis o autos de arriendo, después, inclusive hay quienes recuerdan la
antigua caseta de vidrio donde se mantenía el teléfono de los taxis; también se
estacionaban en calle Caupolicán afuera del recordado Restaurant “Quijote”. Los
primeros taxis no pasaban de ser autos particulares de arriendo, en el recuerdo
de varios queda el nombre del Sr. Roman. Y como no recordar a la familia
Villavicencio que fue la primera en traer Taxis propiamente tal en la década
del 60´.
Volviendo a las Góndolas, estas llegaron con su trajín a revolucionar
la tranquilidad provinciana de Angol. La primera micro que recorrió la ciudad
fue un armatoste con “motor, bocina, seis puertas y un asiento” a decir de sus
usuarios. Promediando la mitad del siglo veinte existían en Angol 4 góndolas,
que eran objeto de múltiples quejas ya sea por iniciar sus recorridos a media
mañana, o por sus locas carreras en pos de pasajeros lo cual creaba largos
intervalos sin locomoción, o por sus eternas esperas en la Plaza de Armas. Los
primeros recorridos eran Santa Ana – Vergel con un promedio de cuatro pannes de
gomas y otras tantas de motor antes de llegar a destino. Por ejemplo el
recorrido para el 1 y 2 de noviembre de 1946 eran San Francisco-Cementerio y
Estación-Huequén con cinco minutos de espera en la Plaza.
Las Góndolas angolinas, ya fuese por la admiración o sarcasmo popular
hacia ese cacharro de fierros desvencijados y de bus santiaguino venido a
menos, eran inevitablemente bautizadas. Así la devoción popular decantaba en
recordados nombres: De las primeras cómo no recordar la micro de Don Mateo, a
la que el pueblo le dio el mote de RASPA, un autobús pequeño de color azul
desaliñado, debió su nombre por ir dejando una sonajera de latas y fierros
viejos capaz de hacer resucitar a un difunto.
La segunda micro o góndola fue la TRICOLOR de propiedad de
German Muñoz Muñoz, de tamaño más grande, pronto su dueño adquirió una segunda góndola
más pequeña. Comenzó a operar desde 1946 y hacia recorridos Huequén-San
Francisco en viaje directo saliendo todos los días de Huequén a las 07:30 horas
llevando público y colegiales, recorriendo Avda. O’Higgins, Lautaro, Aguirre
Cerda y Covadonga, parando en el Convento San Francisco; saliendo después a las
08:10 de San Francisco a la Estación por calle Vergara, doblando en Prat
esperando pasajeros al centro en la Plaza para seguir hacia la Estación de
Ferrocarriles a la hora de trenes regresando hacia la Plaza y convento San
Francisco y volviendo a Huequén. Además realizaba un recorrido nocturno
Huequén-Teatro Rex. Sus tarifas eran 60 centavos adultos y 60 centavos niños y estudiantes. También
se podían comprar tarjetas de abono por ejemplo los 100 pasajes San Francisco-Vergel
valían $120; los 100 pasajes San Francisco-Escuela de Artesanos $70. En
noviembre de 1946 los recorridos comienzan desde el fundo El Vergel ya que la
gente iba allí a comprar frutas o verduras.
Otra góndola precursora fue la ÑATA nombre derivado de su forma
y algunos se aventuran a decir que su dueño era una mujer, de ahí el nombre.
Pero si de micros se trata, legendaria fue también LA COGOTERA,
de mediados de los 60’ una micro de color indefinible, asientos desmembrados,
goteras y pololeos vergelianos; propiedad de la Familia Aravena, la conducía el
Sr. Castillo un tipo que parecía actor mexicano, con su auxiliar el recordado
Víctor Manríquez “cacaruca”. Lo de Cogotera provenía de su recorrido que
comenzaba en el Cañón – Centro – Guacolda – Vergel, concretamente de su paso
por Guacolda, según el dicho popular por aquellos lares y en aquella época
“cogoteaban”, refiriéndose al asalto de desprevenidos parroquianos. Esta última
góndola de gran recuerdo fue objeto de una cueca, compuesta en su honor por el
angolino Wilson Arroyo, y aun es recuerdo de varias generaciones. Es la
evocación a esos carruajes y góndolas olvidadas, pero que se mantienen vivas en
la memoria angolina
Colaboración:
Sr. Héctor Alarcón Carrasco.
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