Hace más de un siglo la principal
riqueza que sustentaba nuestra ciudad era la obtenida mediante la Agricultura.
Los fundos que rodeaban la ciudad eran también su sostén económico, con
características propias que le otorgaban un aire único a los campos angolinos.
Lo primero que hay que consignar
era que la industria agrícola, fue desde que se ocuparon los campos para ello,
la más moderna del país. La, rastras, arados, segadoras, emparvadoras,
trilladoras, motores, tecnología de
punta, producto de la segunda revolución industrial llegó como un torbellino.
El inquilinaje propio de la zona central, acá en la zona tampoco existía, el
sistema de trabajo era mediante “enganche” de jornaleros desde la zona central. Los campesinos abandonaban la manta por la
chaqueta, pantalón de género blanco y
botas cortas, asemejando jornaleros australianos.
El valle del Malleco por inicios
del siglo XX era a todas luces el asentamiento de cinco grandes haciendas, que en su apogeo contaban con los últimos
adelantos, con confortables estancias y sistemas de regadío.
Al Sur de “El Vergel” existía una
gran hacienda de 1.900 hectáreas propiedad de Onofre Bunster, quien por malos
negocios a los pocos años la subdividió
después en cuatro fundos. Los caminos que comunican todos estos fundos,
se mantenían en perfectas condiciones con un ripio aprensado y no tenían
puentes al estar los canales de regadíos conectados por acueductos
subterráneos. La primera gran propiedad era “El Vergel”, de Manuel Bunster, con
370 hectáreas regadas, poseía un
criadero de arboles, un jardín botánico, un conservatorio de aclimatación y
reproducción vegetal, cuarteles de chacarería, un colmenar, etc... La Casa
patronal y de los inquilinos son de estilo Country-House de Australia. Producía
“El Vergel” 4 mil cajones de manzanas que se exportaban a Iquique, Valparaíso,
Santiago, Punta Arenas, Bs. Aires, Montevideo, Alemania, etc. Siguiendo una
avenida de frondosos acacios se encuentra el fundo “Miraflores” de Luis y
Manuel Cortes, con 270 hectáreas, se
dedicaba por esta época a la elaboración de pasto aprensado. Sus campos
sembrados de alfalfa eran cosechados y pasados a un Galpón que tenía dos
maquinas aprensadoras con maquinarias modernas. Vecino a este fundo se encuentra “El Parque”
de Luis Fuenzalida, adquirido a Juan A. Ríos,
media 380 hectáreas regadas con hermosas plantaciones y bien cuidados
departamentos dedicados al trigo, cría de animales y un gran Parque forestal.
Luego sigue el fundo Ñipaco, de José Olegario Cortes, con 750 hectáreas regadas
y 500 de rulo, dotada de animales finos y caballares. Tenía una esplendida Casa
Patronal de tres pisos con galerías de vidrios, rodeada de un parque ingles con
juegos de agua. Ñipaco fue la cuna de los más finos caballos de sangre:
“Avellano”, “Normandie” ganadores del Derby, etc.
Es la historia de estas hermosas
propiedades, que con sus hermosos parques ingleses, salones y casas patronales, dieron vida a la
Aristocracia terrateniente de la época, que sostenía la vida cotidiana de
Angol.
2 comentarios:
Felicitarlo una vez más, por la tremenda labor de investigación que ha realizado, sin duda un legado importantísimo para quienes tenemos ancestros que vivieron en esas tierras y que dicho sea de paso, tuvieron un rol destacado en el desarrollo de la ciudad de Angol.
Aprovecho de pedirle que por favor quite destacador rojo al texto, es muy molesto leer asi.
hola. siempre es interesante conocer el pasado para entender el presente. por ello, y para mayor abundamiento en relación al origen de los destacados fundos que menciona, conviene señalar que pertenecieron a la familia Calbun, donde el Estado permitió que el respetable sr Jose Bunster (muy probablemente familiar de los Bunster que menciona) se adjudicara sus 1500 hás. de tierras (Ñipaco-Vergel) a cambio de una dudosa permuta por 200 hás. en Chacaico. Es triste saber de estos episodios que fueron parte del desarrollo de la comuna... saludos!
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